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“Recuerda a tu padre que baje la tapa” iba seguido de un “pregúntale a tu
madre donde ha escondido mis pantalones verdes”. Cuando salía del cuarto, los
recados cubrían la puerta de mi habitación y seguían por el pasillo formando
una estela amarilla de papelitos de débil adherencia. Me los encontraba en el
salón sentados el uno a espaldas del otro, gritándome al unísono que bajara a
comprar más papeles. A veces se miraban sorprendidos al escuchar sus voces,
parecía que fueran a hablarse. Pura ilusión . Mamá nunca llegó a ver una tapa
levantada y papá se afanaba inútilmente en buscar aquellos viejos pantalones
verdes.
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